TRABAJO ESCRITO: CON NORMAS APA SIN CARPETA.
FECHA: DE ENTREGA DE TRABAJO 17 DE febrero DE 2015 EN HORA DE CLASE.
Dragones asiáticos”
Denominados
también “tigres asiáticos”, son los países de Asia oriental y sudoriental que
en la década de los años 80 y 90 del siglo pasado surgieron poderosamente con
las tasas de crecimiento más altas del planeta. De la pobreza absoluta pasaron
a formar parte de las nuevas
economías industrializadas (NEI) con
altísimos índices de expansión económica. Crecieron a la media del 6,8% anual
entre 1979 y 1988 (el doble del promedio mundial y 2,5 veces el crecimiento de
América Latina) y del 7,6% entre 1989 y 1997. Primero fue el Japón, que se
levantó de los escombros de la Segunda Guerra Mundial. Éste puede ser
considerado como el dragón asiático de la “primera generación”, que guio a los
demás hacia la prosperidad por medio del llamado “vuelo de ganso”, aunque su
desarrollo presenta diferencias muy importantes con el de los otros países
asiáticos puesto que partió de aptitudes de organización muy antiguas y dispuso
de capacidad tecnológica endógena. Después vinieron cuatro más: Taiwán, Corea
del Sur, Hong Kong y Singapur, como parte de la “segunda generación”. Luego
otros: Malasia, Indonesia, Tailandia y, más tarde, Filipinas y China. Esos son
los dragones asiáticos de las tres generaciones y en la
perspectiva del futuro están también Myanmar y Vietnam.
El grupo es bastante
heterogéneo, hasta el punto de que algunos economistas han negado que pueda
hablarse de un “modelo asiático” de desarrollo. Sin embargo, su común
denominador fue la presencia de gobiernos fuertes —en algunos casos hasta
autoritarios— con amplias facultades de intervención en la economía, que
implantaron una apertura regulada al capital extranjero, el control de la
repatriación de capitales, subsidios a determinadas ramas de la producción, un
vigoroso proceso de industrialización hacia afuera inducido por el Estado, <conglomerados industriales muy fuertes —como
loskeiretsu japoneses o
las chaebol coreanas—, alto proteccionismo
para la producción nacional, políticas laborales y controles salariales muy
rígidos, señalamiento estatal de las metas de exportación y mercados estructurados, o sea mercados que carecen de la
autonomía de los sistemas de laissez-faire y que se rigen por los objetivos
definidos por el Estado.
El proceso de crecimiento
de los dragones asiáticos empezó en los años 60 con la política de >sustitución
de importaciones de productos
y bienes livianos y fue después a la industrialización intermedia y pesada.
El crecimiento de estos
países está ciertamente ligado a los valores que informan su civilización y a
la idiosincrasia de sus pueblos. Éstos no han compartido las agudas formas de
>individualismo que se
practican en Occidente y que tienden a romper la cohesión social. Han sabido
establecer sus propios y peculiares equilibrios entre los intereses del
individuo y los de la colectividad. Cuestionan las democracias liberales de
corte occidental y en su lugar han establecido formas “asiáticas” de democracia
con disciplina social y gobiernos fuertes, que responden a sus propias
tradiciones y cultura. Tienen su peculiar visión de los derechos humanos que no
es igual a la de Occidente. Los asiáticos son pueblos apacibles, de costumbres
austeras, tienen ansias de aprender, demuestran consagración al trabajo, poseen
espíritu de equipo. Aquí hay mucho de la tradición confuciana que infundió en
la sociedad la supeditación de las necesidades de las personas a las de la
colectividad y que fomentó el hábito de buscar consensos.
El ex primer ministro de
Singapur, Lee Kuan Yew, al igual que los demás gobernantes de la región,
sostenía que fueron los “autoritarismos blandos” los que lograron en aquellos
años el llamado “milagro económico” asiático al combinar ciertas libertades
económicas con dictaduras paternalistas, de acuerdo con los más hondos valores
y tradiciones confucianos y con los consensos existentes en sus pueblos de
preferir el crecimiento económico antes las libertades de Occidente postuladas
por gobiernos embarazados por el respeto a los derechos humanos.
La crisis asiática, que se desencadenó en Tailandia a
partir del segundo semestre de 1997 y que por la vía de la globalización se contagió a los demás países de la
región, se produjo precisamente cuando los gobiernos asiáticos, influidos por
el pensamiento neoliberal de Occidente, cambiaron su modelo de desarrollo en
los años noventa y abandonaron su proteccionismo comercial, redujeron las
tarifas arancelarias, liberalizaron los mercados financieros, disminuyeron el
gasto público y desmontaron el control estatal sobre la economía, especialmente
sobre el sector financiero y bancario que antes había sido tan riguroso. O sea
que la crisis se presentó cuando los dragones
asiáticosabandonaron su modelo económico basado en un cierto dirigismo estatal, que les había dado un
crecimiento tan notable.
Por eso, en el curso del
incremento económico de los llamados “dragones asiáticos” pueden distinguirse
dos etapas: la primera, en que ellos alcanzaron los índices de expansión más
altos del mundo bajo lo que algunos llamaron el “dirigismo
flexible del Estado”; y,
la segunda, cuando cambiaron su política económica y liberalizaron su economía
por la presión occidental, que les condujo finalmente a la crisis.
Es evidente que las
economías de los dragones
asiáticos se expandieron al
amparo de un Estado fuerte, una burocracia eficiente, estricta disciplina
laboral, mercado gobernado, planificación estatal, crédito subsidiado y
dirigido, control de importaciones, subsidio a las exportaciones, exoneraciones
tributarias, control de cambios, restricciones a la competencia doméstica,
vigilancia de precios, moderna y fuerte supervisión bancaria, sistema
financiero sólido y bien regulado, fomento industrial, desarrollo científico y
tecnológico, promoción de <conglomerados empresariales y otras medidas de
interferencia estatal en el mercado y en la economía.
Como bien dice la
economista Frances Stewart de la Universidad de Oxford, los gobiernos de los
países de Asia oriental no escogieron a los ganadores en el campo industrial
sino que crearon ganadores, seleccionando para la
protección estatal, mediante políticas económicas específicas, a las industrias
que tenían posibilidades de incursionar con sus productos en los mercados
exteriores.
Es equivocado atribuir el
crecimiento del sudeste asiático, como a veces se hace, a la liberalización de
sus economías. Es todo lo contrario. Esos países lograron su expansión
económica con la aplicación de políticas alejadas del recetario neoclásico. Los
suyos fueron Estados fuertes, altamente intervencionistas, conductores e
inductores del proceso de industrialización, que produjeron los altos índices
de crecimiento del llamado “milagro asiático”.
A pesar de la escasez de
recursos naturales el eje del crecimiento asiático fue la industria en sus
diversas y sucesivas etapas: desde la industria ligera e intensiva en mano de
obra destinada a la sustitución de importaciones hasta la industria pesada del
acero, metales básicos, química, petroquímica, maquinaria, barcos, vehículos,
equipos de telecomunicaciones y otros bienes para la exportación, cada vez más
intensiva en capital. Este proceso, que configuró un verdadero modelo asiático
de industrialización, respondió a políticas estatales dirigidas y deliberadas
de fomento de la producción manufacturera, que en los últimos años se ha
orientado hacia las ramas de la alta tecnología electrónica para la producción
de semiconductores, robots, computadoras y otros artefactos de la llamada
“industria del conocimiento”.
El modelo se sustentó en
el extraordinario apoyo estatal a la educación y capacitación de la gente
—con énfasis especial en las ramas de la tecnología moderna—, en la
creación de una magnífica infraestructura económica, en la selección y
promoción estatal de algunas industrias con gran potencial de crecimiento en
razón de su demanda internacional —con crédito dirigido y alto grado de
protección para ellas—, en el subsidio a las exportaciones y restricción
de las importaciones y en otras políticas estatales de promoción de
determinadas áreas de la economía y de interferencia en el mercado. El Estado
jugó un papel de primera importancia en la industrialización de Corea del Sur a
partir de los años 60, con subsidios a las empresas y distorsión deliberada de
los precios en el “mercado estructurado”. Señaló metas de exportación y puso en
práctica diversos instrumentos para alcanzarlas. Las grandes empresas
industriales coreanas —las chaebol— contaron con el aval estatal y por tanto
con la cobertura parcial de sus riesgos. Por eso se condujeron con tanta
agresividad y tomaron tantos albures. El Estado asumió en Taiwán un rol
igualmente decisivo: asumió la gestión directa de algunas áreas de la
producción —petróleo, petroquímica, acero, maquinaria pesada, astilleros,
fertilizantes— y, a través de la estatificación de la banca, otorgó
crédito barato a las industrias protegidas. Malasia también instrumentó una
política industrial activa por medio del Estado, que en 1980 creó la Heavy Industries Corporation of
Malaysia para impulsar y
diversificar la actividad manufacturera y que en 1985 formuló el Plan Maestro Industrial para la década. Lo propio hicieron los
demás dragones asiáticos, con variantes de detalle, a fin de
industrializar sus economías y orientarlas hacia la exportación y con eso
obtener el mayor volumen de >valor agregado posible en beneficio de sus países.
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