martes, 19 de enero de 2016

ESTUDIANTES GRADO 11 ACTIVIDAD 2016 SOCIALES." COLOMBIA EMPOBRECIDA"

SON  ARTÍCULOS DE LA REVISTA SEMANA QUE NOS ILUSTRA SOBRE CUALES SON LOS RETOS DE LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA COLOMBIANA EN ESTE AÑO 2016.

LEER, SACAR ALGUNOS APUNTES, CONSULTAR SOBRE LO ESCRITO SI SE REFIERE A NOMBRES O ENTIDADES O CUALQUIER OTRO CONCEPTO DEBE ESTAR PREPARADO PARA LA SUSTENTACIÓN ORAL E INDIVIDUAL, LA CUAL SE PUEDE APOYAR CON MEDIOS AUDIOVISUALES Y MATERIAL: IMÁGENES,  FOTOGRAFÍA, DOCUMENTALES CORTOS DE 10" O ETC..

FECHA DE SUSTENTACIÓN : MIÉRCOLES 10 DE FEBRERO


GRADO 11 -2016
COLOMBIA EMPOBRECIDA
Las acciones en Colombia han caído tanto que están a precio de ganga. Varias compañías se cotizan por debajo del valor en libros, lo que significa que el mercado no reconoce lo que verdaderamente valen las empresas. Ha sido tan vertiginoso el descenso, que hoy las compañías que transan sus títulos en la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) valen en el mercado un 25 por ciento menos que hace un año. En plata blanca eso significa que mientras en enero de 2015 las empresas valían alrededor de 350 billones de pesos (capitalización bursátil), hoy no pasan de 266 billones de pesos.

La diferencia, 84 billones de pesos, sencillamente se esfumó, o como dicen los expertos es valor destruido. Casi la mitad de esa pérdida de riqueza corresponde a Ecopetrol, que hoy vale 40 billones de pesos menos que hace un año.

Si las cifras se llevan a dólares, la situación de los colombianos es aún peor por la devaluación del peso. Un año atrás, la capitalización bursátil de las empresas colombianas, calculada en la divisa estadounidense, ascendía a 143.000 millones de dólares, cifra que se ha reducido a 82.000 millones. Es decir, en este caso, la destrucción de valor equivale a 61.000 millones de dólares.

Esto, en otras palabras, significa que los colombianos se han empobrecido. Su patrimonio ha ido disminuyendo conforme cae la bolsa y se deprecia la moneda. El índice Colcap -que refleja las variaciones de los precios de las 20 acciones más líquidas del mercado- ha caído 25 por ciento en el último año, pero llevado a dólares, el descenso es del 43 por ciento. Según un ranking publicado por la agencia Bloomberg, el año pasado la bolsa colombiana fue la cuarta de peor desempeño del mundo. Solo le ganó a las bolsas de Lusaka (Zambia), Ucrania y Kazajistán.

Los colombianos de a pie, que no entienden cómo funciona el mercado, están atónitos al ver lo que está pasando con sus inversiones, mientras que los expertos tratan de buscar la forma de minimizar el impacto, aunque hay poco que hacer.

Esta caída de la bolsa afecta a todos, directa o indirectamente y tanto a grandes como a pequeños accionistas. Por la vía de los fondos de pensiones, millones de colombianos sufren con el desplome bursátil. También muchas empresas, constituidas como portafolios de inversión, sienten el totazo.

Ni los billonarios se escapan. Luis Carlos Sarmiento Angulo ha bajado del puesto 40 al 100 en el ranking de Bloomberg de los hombres más ricos del mundo. Según esta clasificación, su fortuna hoy asciende a 9.800 millones de dólares, frente a los 18.000 millones de cuando el dólar estaba en 1.800 pesos. Esto, a pesar del buen desempeño de sus empresas. Para el mayor accionista del Grupo Aval, el impacto negativo ataca por partido doble, pues su riqueza está en pesos.

Entre la caída de la bolsa y la devaluación, una inversión puede haber perdido 90 por ciento del valor en dólares año y medio. Aunque la turbulencia en que ha vivido el mundo en los últimos años ha afectado por parejo al mercado bursátil internacional, la Bolsa de Valores de Colombia es una de las más castigadas. Hasta las compañías más grandes y rentables del país, que invierten en el exterior y tienen un gran futuro, están atrapadas en este torbellino.

No es fácil explicar por qué la bolsa colombiana ha resultado más golpeada que otras. Se suele explicar que se trata de un mercado pequeño y poco profundo y que la correlación entre el desempeño de las empresas y el precio de la acción no es completamente directa. Todo eso es cierto, pero hay algo más.  Detrás de esta situación está el dólar. Analistas creen que la devaluación es el factor que está exacerbando el malestar económico en el país, entre ellos la bolsa.

El presidente de la Bolsa de Valores de Colombia, Juan Pablo Córdoba, dice que la expectativa de mayor devaluación de los inversionistas está afectado al mercado accionario. Si la gente cree que el dólar va a subir más –como efectivamente está pasando– se queda esperando otro momento para comprar acciones, y mientras tanto los pocos que necesitan vender sus títulos, porque requieren liquidez, tienen que salir de ellos a precio de ganga.

Es decir, en este momento hay más oferta que demanda en la bolsa y eso presiona los precios a la baja. El presidente de Asobolsa, Jaime Humberto López, afirma que los inversionistas institucionales están ganando más afuera en dólares y prefieren no exponerse en el mercado accionario local. Esto es entendible porque su obligación es maximizar el dinero de sus afiliados o futuros pensionados.

Con el dólar por encima de los 3.200 pesos y con tendencia a subir más, los inversionistas internacionales, que han sido compradores en Colombia, son cautelosos. Aunque al precio actual de la divisa pueden adquirir más acciones no tienen la seguridad de que cuando conviertan los pesos a dólares esas ganancias se mantendrán. Esa duda le ha quitado el atractivo a las empresas colombianas.

Esta no es una realidad exclusiva de las empresas que están en la bolsa. En últimas es un asunto de confianza que por ahora está muy baja, lo que termina por afectar a todas las empresas.

El lado bueno es que las acciones están tan baratas, que por ley natural en cualquier momento llegará el rebote. Las empresas están sólidas, y a estos precios quien compre lo estará haciendo en el piso. Eso, por lo general, no es mal negocio.

Un paso atrás

Si la bolsa es el termómetro de la economía, en el fondo este alicaído mercado bursátil local está reflejando la realidad del país. Un desánimo general. Y la percepción de pérdida de riqueza, por efecto de la devaluación, explica en gran parte el bajón en el estado de ánimo con que arrancó este año.

Aunque una devaluación tiene mucho de favorable, pues hace al país más competitivo, la verdad es que cuando se exagera, como ahora, se vuelve un problema.

La cruda realidad es que con el actual nivel del dólar, Colombia es más pobre. Basta con decir que con toda la producción nacional –es decir el producto interno bruto- hoy se compra mucho menos en el exterior que hace 18 meses. Desde agosto de 2014, el peso se ha devaluado un 75 por ciento. Colombia hace parte del grupo de países con las monedas que más han perdido valor en el planeta. Compite con el rublo ruso y el real brasileño.

A pesar de que los colombianos no consumen en dólares, el efecto neto de la devaluación es una merma de su capacidad adquisitiva. Más allá de la restricción a viajar al exterior, por el mayor costo de los tiquetes internacionales, se afecta la calidad de vida de todos, por diferentes vías.

Por ejemplo, la oferta de bienes y servicios ha disminuido para los consumidores colombianos.  No solo se volvieron más costosos los productos importados, sino que algunos almacenes de cadena los han limitado. Aunque el lado bueno es que los fabricantes nacionales tienen mayor opción de vender sus productos, para el consumidor final significa un abanico más reducido de opciones y, algunas veces, de calidad.

Algo similar se observa en los restaurantes. Se sabe que algunos que ofrecen comida internacional han tenido que ajustar el menú para evitar que por la vía de los ingredientes importados se dispare el valor de los platos.

Esto no solo impacta a las familias más pudientes. Un hogar con ingresos medios o bajos, que antes podía acceder a artículos electrónicos en busca de mejor calidad de vida, ahora deberá restringir estas compras, pues el precio de esos productos ha aumentado un 40 por ciento.

Hay que decir que hace tres años, por efecto de la revaluación del peso, las cifras macro mostraban una realidad muy optimista para Colombia. En 2013, el ingreso por habitante (PIB per cápita), usado para estimar la riqueza de un país y su capacidad de consumo, llegaba a los 8.000 dólares. Con esa cifra Colombia se mantenía entre las naciones de ingresos medianos altos, según el Banco Mundial. Aunque todavía no hay revisión a estas cifras se da por descontado que esto cambiará. Algunos han calculado que el PIB per cápita de los colombianos bajó a menos de 6.000 dólares.

Que lleguen dólares

Si bien la fuente de todos los males está en la caída del precio del petróleo, el problema real para Colombia es la concentración del riesgo por la alta dependencia que ha tenido en la renta petrolera. Eso hizo al país más vulnerable, y es lo que se refleja en la alta devaluación. Si el país tuviera una oferta exportable mucho más amplia, hubiera podido minimizar los efectos del desplome del petróleo. Pero no sucedió así.

Aunque el gobierno destaca que ante la magnitud del choque externo la economía salió bien librada, no menos cierto es que la devaluación está pasando factura, y muy fuerte. El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos llega al 7 por ciento del PIB, uno de los más altos de la historia de Colombia y uno de los peores del mundo. La forma de ajustar ese desequilibrio normalmente es a través de la devaluación del peso, pero en el país, a pesar de que los productos colombianos son cada vez más baratos en el exterior, las exportaciones no solo no han aumentado sino que han disminuido.

Lo crítico es que no se ve pronto una moderación de la tasa de cambio. En primer lugar, porque el dólar es una variable atada a lo que suceda con el petróleo y ya se sabe que los pronósticos son a la baja (ver artículo en la página 48).

En segundo lugar, hay que reemplazar la fuente de ingresos fiscales y de exportaciones que proveía el petróleo, y eso no es tan sencillo y el país tampoco está preparado para ello. Se necesita más inversión y exportaciones. Lo primero es difícil en esta coyuntura. Y en lo segundo, ni hay encadenamientos productivos estratégicos ni parece haber suficiente vocación exportadora.

A lo anterior hay que sumar otros factores. Entre ellos una tributación que recarga el mayor peso de los impuestos sobre las empresas. En la medida en que esto se alivie, habrá más inversión en la industria y agroindustria, donde  está el potencial exportador.

Los entendidos dicen que no se puede esperar que exclusivamente la tasa de cambio haga el ajuste, es decir, que solo la mayor devaluación impulse las exportaciones. Esto puede funcionar pero tomará años. Mientras tanto, al ritmo del dólar, los colombianos sentirán que dan un paso adelante y dos atrás.

Totazo petrolero

Las acciones de Pacific Rubiales y Ecopetrol se han desplomado como ningún otro título.

Hace tres años por esta época, el prestigioso diario británico Financial Times publicó una noticia sobre Colombia como para sacar pecho. La información decía que el Grupo Ecopetrol había crecido hasta convertirse en la más grande compañía de América Latina, listada en bolsa por delante incluso de la gigante brasileña Petrobras.

Las cifras del momento validaban esa noticia. El 28 de enero de 2013 la acción ADR de Ecopetrol alcanzó un máximo histórico de 63,59 dólares por acción, lo que significaba que la petrolera colombiana tenía una capitalización bursátil (valor de mercado) de 130.900 millones de dólares. Ese mismo día, el ADR de Petrobras cerró en 18,67 dólares por acción, equivalente a una capitalización bursátil de 126.700 millones. Es decir, Ecopetrol en ese momento era más valiosa que Petrobras aunque tenía casi ocho veces menos reservas probadas.

Eran las épocas de las vacas gordas. En el mercado local, la acción de Ecopetrol se cotizaba a 5.700 pesos, equivalente a una capitalización bursátil en pesos de 234 billones. Aunque algunos pensaban que la acción estaba sobrevalorada, con petróleo por encima de los 100 dólares el barril todo era alegría en el mercado.

Pero la fiesta pronto se acabó. La acción de Ecopetrol se ha ido desplomando a niveles increíbles. Al cierre de la semana pasada, el ADR se transó en 6 dólares por acción, un desplome del 90,56 por ciento en solo tres años. El actual valor de mercado de Ecopetrol es de 12.400 millones de dólares, es decir, se ha producido una destrucción de valor de 118.500 millones de dólares. En ese mismo lapso, las acciones de Petrobras han bajado de 18,67 dólares a 3,60, una caída del 80,72 por ciento y su capitalización bursátil actualmente está en 23.500 millones de dólares, es decir, una destrucción de valor de 98.200 millones, aunque hoy vale casi dos veces más que Ecopetrol.

La destrucción de valor de Ecopetrol en los últimos tres años ha sido estrepitosa y mayor que la de su similar brasileña, a pesar de que esta última ha estado envuelta en unos sonados y escandalosos episodios de corrupción y malversación de recursos.

En la bolsa local la acción de Ecopetrol ha caído a un nivel que ni el más pesimista se atrevía a pronosticar. La semana pasada se situó por debajo de los 1.000 pesos, es decir, la empresa insignia de los colombianos vale, en pesos, 40 billones. Eso significa que se han perdido 45 billones en 12 meses, y es casi seis veces menos que la capitalización bursátil de hace tres años. Cada vez que el petróleo cae (ya llegó a 30 dólares el barril) se hunde la acción de Ecopetrol.

La historia de la acción de Pacific Rubiales es aún peor. Llegó a ser la compañía estrella del mercado gracias a su vertiginoso crecimiento, pero su descenso ha sido igualmente sorprendente. El máximo histórico de la acción de la petrolera canadiense se alcanzó en marzo 3 de 2011, cuando se cotizaba en la bolsa colombiana a 67.260 pesos. Al año siguiente, el título ya había descendido a 54.000 pesos y desde allí su caída ha sido imparable. La semana pasada, las acciones de Pacific cayeron 37,3 por ciento y 26,4 por ciento en Canadá y Colombia respectivamente. En la Bolsa de Valores de Colombia se cotizó a 1.990 pesos. Es decir, en cinco años, esta petrolera ha perdido el 97 por ciento de su valor.





Hay razón para el pesimismo económico?

Colombia es una de las pocas economías en América Latina que crecerá por encima del 3 % este año. A pesar de eso la gente está desanimada.



 El Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo a 3,4 % su pronóstico de crecimiento para la economía colombiana en 2015. Esta nueva proyección está en línea con la mayoría de los analistas privados, que también revisaron a la baja sus expectativas para el presente año y hoy se mueven en un rango de entre 3 y 3,5 %. 

El dato no está nada mal si se tiene en cuenta la magnitud del choque externo por cuenta de la caída del precio del petróleo y las perspectivas que hay sobre la región. Según el FMI, el Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina, en su conjunto, no crecerá más del 1 % este año.

Así las cosas, la economía colombiana se mantiene como una de las más dinámicas en la región, en particular entre las más grandes. Eso ya es un logro. Mientras que para México se espera un crecimiento del 3 % y para Chile del 2,7 %, el PIB de Brasil y Argentina se contraerá 1 y 0,3 %, respectivamente. A Ecuador el choque externo le está pegando muy fuerte y su crecimiento bajará a 1,9 % este año. Venezuela sigue mostrando el peor desempeño con una caída estimada del 7 %, de acuerdo con el FMI. Algunos analistas, sin embargo, pronostican un escenario peor que puede llegar a una contracción del PIB venezolano superior al 10 %.

Hay que señalar que no hay muchas economías en el mundo que vayan a crecer en 2015 por encima del 3 %, como Colombia. La zona euro, por ejemplo, de acuerdo con las proyecciones del Fondo Monetario, se expandirá 1,5 %. Y Estados Unidos, la mayor economía del planeta, crecerá 3,1 % en los siguientes dos años. 

A pesar de las anteriores consideraciones, en el país hay un cierto desánimo entre los agentes económicos. Muchos tienden a interpretar los datos de menor crecimiento como si se estuviera pasando del auge a la depresión, lo cual no es cierto, pues en la mente de ningún analista está la palabra recesión. La confianza, tan importante en economía, se está deteriorando y si las personas y empresas comienzan a tomar decisiones motivadas en expectativas más negativas de las racionales, las cosas pueden llegar a empeorar.

La más reciente medición de la confianza de los consumidores (ICC), realizada por Fedesarrollo, mostró un retroceso en este indicador -en marzo cayó por cuarto mes consecutivo- ubicándose en el nivel más bajo desde junio de 2009. Esto sugiere que habrá una pérdida de dinamismo del consumo de los hogares en los próximos meses. De acuerdo con la encuesta, en marzo se presentó un deterioro tanto de la situación económica actual como de las expectativas. Es decir, la gente está percibiendo que viene un panorama complicado. 

El ICC se redujo en las cinco ciudades que participan en este estudio (Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga), sobresaliendo la capital de la República cuyo indicador se ubicó en el terreno negativo y llegó al punto más bajo en los últimos seis años.

Hay varios elementos que podrían estar minando la confianza. Uno de ellos tiene que ver con la devaluación que, si bien ha ayudado a moderar el impacto de la caída del petróleo sobre las finanzas públicas, es percibida como factor negativo para muchos consumidores y para una parte del comercio, pues ha encarecido muchos productos. Esto quedó reflejado en la encuesta de Fedesarrollo, en donde se observa que la disposición a comprar electrodomésticos se redujo en todo el país. También cayó fuertemente la disposición a adquirir vivienda.

Para muchos, el retroceso en la confianza no corresponde con la realidad económica del país, así se haya entrado en el ciclo de la desaceleración. El exministro de Hacienda José Antonio Ocampo dice que no hay que llevar las cosas al terreno de la crisis, ni de las alarmas (ver entrevista).

A pesar de la caída del 50 % en el precio del petróleo, principal producto de exportación del país y de la generación de ingresos fiscales, las condiciones económicas de Colombia se han deteriorado menos, en comparación con muchos vecinos.“Frente a semejante impacto externo, la economía se ha comportado relativamente bien. Es verdad que se ha desacelerado y que no se va a mantener el auge, pero al país le irá mejor que a muchos en la región”, afirma el director de Fedesarrollo, Leonardo Villar.

Aunque siempre se ha dicho que el país no está completamente blindado contra los fuertes vientos externos, sí hay unos factores que pueden ayudar a amortiguar el golpe y permiten ser más optimistas que pesimistas frente al futuro.

Por ejemplo, el hecho de que Colombia tenga una estructura económica diversificada. Esto se refiere a que el peso del sector exportador dentro de la economía es menor, frente a sus similares de América Latina. Mientras en Chile el comercio exterior (exportaciones más importaciones con respecto al PIB) pesa 76 %, en Perú el 49 % y en Argentina el 41 %, en Colombia llega al 35 %. 

Tener una economía más cerrada, desde el punto de vista de comercio 

exterior –algo que claramente no es ideal– resulta benéfico en las actuales circunstancias, pues una caída en los precios internacionales tendrá un menor impacto. 

Lo mismo pasa con el efecto de la devaluación sobre la inflación. Cuando las economías son muy abiertas y el consumo depende de las importaciones, la depreciación de la moneda se transmite rápidamente a los precios. En el caso colombiano la devaluación, que en los últimos doce meses va en 31 %, no le ha pegado tan fuerte a la inflación. Para algunos analistas, en cierta forma esta es una economía con un mayor blindaje natural. 

El hecho de que el dólar aumente sin que se convierta en inflación, es un colchón positivo y tranquilizador. Además de ayudar a moderar el impacto sobre las finanzas públicas, en el mediano plazo puede contribuir a estimular sectores como la industria y la agricultura, para que empiecen a asumir el liderazgo que han desempeñado los hidrocarburos en los últimos diez años.

Los analistas internacionales destacan el entorno macroeconómico colombiano. Los tres ejes principales: déficit fiscal, inflación y solidez del sistema financiero les dan tranquilidad. Aunque en el tema fiscal hay más dificultad por la caída del petróleo, la regla fiscal actúa como estabilizador; a pesar de la devaluación la inflación está controlada y no obstante los choques externos, el sistema financiero se mantiene sólido.

Por otro lado, en medio de esta difícil coyuntura internacional, Colombia tiene un mercado doméstico importante que ayuda a impulsar el barco de la economía. Como se sabe, la demanda interna pesa mucho y en este momento el país avanza en un programa de infraestructura de gran envergadura. Según los expertos, a partir de este año comienzan a sentirse los efectos positivos que tendrán los proyectos de cuarta generación (4G) sobre la economía.

Por supuesto, para que el momento económico se mantenga sin grandes sobresaltos es necesario que los flujos de capitales sigan llegando, y eso se logra con credibilidad y confianza. Solo una economía que muestre solidez podrá asegurar que los capitales lleguen a pesar del bajo precio del petróleo.

Todo dependerá también de cómo se haga la transición del modelo minero-energético a uno basado en el sector industrial y agrícola. Esta es una buena oportunidad para que Colombia muestre su capacidad para construir un esquema de desarrollo no tan dependiente de los precios del petróleo.

Ahora bien, aunque haya razones económicas objetivas que permiten pensar con optimismo que el país saldrá bien librado de este chaparrón internacional, es claro que necesita la confianza de todos los agentes. En psicología hay una expresión que se conoce como la profecía autocumplida, que consiste en que una predicción, una vez hecha, se convierte en sí misma en realidad. En materia económica, esta teoría tiene una connotación muy peligrosa, porque muchas crisis y quiebras se han desatado debido a expectativas negativas que cobran mucha fuerza. La gente empieza a pensar en una forma, por ejemplo que viene una crisis y al final la realidad les da la razón. 

Ojalá que esto no ocurra en Colombia, y que la confianza, la palabra mágica, no se pierda. Como dijo el presidente Santos el jueves pasado en el congreso de Asofondos, las expectativas también son capaces de mover. O más aún, son las que verdaderamente mueven las economías.

“No hay que alarmarse” 
El exministro José Antonio Ocampo, una de las voces económicas más autorizadas del país, afirma que crecer al 3 %, en la actual coyuntura internacional, no es un mal resultado. Así ve el panorama nacional.

Semana: Hay gente muy preocupada con la desaceleración de la economía. ¿Usted cómo está viendo el panorama para el país?

José Antonio Ocampo: Yo creo que lo normal es que haya una desaceleración. Me sorprende que esto no haya sido incorporado en las proyecciones que se hicieron el año pasado. Toda Suramérica se desaceleró y no solamente los países que tienen dificultades como Venezuela, Argentina o Brasil, sino también los casos de Chile y Perú. Era de esperarse que la nueva coyuntura internacional –sobre todo la fuerte baja en los productos básicos– se refleje en menos crecimiento de Colombia y en un aumento del déficit en cuenta corriente.

Semana: Crecer entre 3 y 3,5 % este año, como dicen los nuevos pronósticos, no pareciera tan malo frente a la realidad internacional. ¿Usted qué opina?

J. A. O.: Es bastante positivo. En un contexto de una economía latinoamericana que va a crecer al 1 %, hacerlo al 3 % es un buen resultado. Yo pienso que no debe dar lugar a alarmas.

Semana: ¿El Banco de la República debería preocuparse por frenar la inflación o impulsar el crecimiento?

J. A. O.: Yo creo que la última decisión de la junta directiva, de mantener la tasa de interés, fue apropiada. Pero pienso que en la medida en que se desacelere la economía, el Banco deberá bajar la tasa. Eso es lo que corresponde con las reglas anticíclicas que el propio Banco se ha fijado.

Semana: Para algunos analistas, el hueco fiscal ya no será de 12 billones de pesos como se dio en el presupuesto de 2015, sino mucho mayor. ¿Qué tan crítica se puede poner la situación fiscal?


J. A. O.: Puede que haya un pequeño desajuste adicional pero no creo que sea señal para decir que Colombia está al borde de un gran desequilibrio fiscal. Eso no creo que sea cierto.

Semana: El impacto de la caída del petróleo es grande sobre las finanzas del gobierno nacional, pero ¿no cree que la petrodependencia de algunas regiones tendrá consecuencias aún más graves, por ejemplo, de tipo social?


J. A. O.: No creo que haya mucho impacto en las regiones petroleras. Obviamente habrá menos inversión. Pero esa es una realidad que está ocurriendo en todo el mundo petrolero. Pero observe lo siguiente: la Cepal publicó recientemente un panorama fiscal de América Latina y si mira la dependencia de países minero-energéticos verá que en realidad Colombia es el menos dependiente. Aunque hay un impacto, es relativamente moderado, sobre todo este año. El efecto se puede aumentar en 2016. Además, el gobierno ya tomó la previsión de hacer unos cambios en las proyecciones fiscales, permitiendo que funcione el estabilizador automático de la regla fiscal y, por otra, previendo un aumento de otros ingresos para reemplazar la caída del petróleo. Reitero, no creo que haya razón para la alarma en materia fiscal.

Semana: Ahora con tasa de cambio favorable, las exportaciones deberían aumentar, pero no es así ¿por qué no se logra?

J. A. O.: Porque hay muchas circunstancias negativas. En primer lugar, una gran parte de las exportaciones no tradicionales se van a países vecinos y esas ventas están deprimidas por la coyuntura de la región. Segundo, porque en el caso de los productos agrícolas o mineros han caído los precios internacionales; y en tercer lugar, porque mucha de la capacidad productiva se deterioró o se acabó por la sobrevaluación del peso. En muchos sectores se tendrá que generar nueva capacidad productiva. Eso lo que demuestra es el inmenso costo que tuvo la sobrevaluación del peso colombiano. Ese es un tema sobre el cual algunos, como Mauricio Cabrera y yo, alertamos hasta el cansancio pero poco eco tuvimos en las autoridades.

Semana: Aunque el efecto positivo de la devaluación no es inmediato sobre las exportaciones, sí lo es el encarecimiento de las importaciones…

J. A. O.: Bueno, pero es lo normal. Usted puede verlo por el otro lado: estaban demasiado baratas las importaciones. Eso es lo que ocurría. Y por eso estaban compitiendo injustamente con la producción nacional. Ahora los productos nacionales van a poder competir en un terreno más justo. Yo reitero: la sobrevaluación era el gran problema macroeconómico de Colombia y afortunadamente esta coyuntura lo está ayudando a solucionar. Y creo que todavía es solo parcialmente.

Semana: La reforma tributaria estructural, de la que tanto se habla, pareciera ahora más urgente que nunca, ante la necesidad de aumentar el recaudo. ¿Usted qué opina?

J. A. O.: La reforma estructural es urgente desde hace muchos años. El sistema actual genera muchísimas inequidades por la magnitud de los huecos tributarios que hay. Por eso creo que es urgente llevar a cabo esta reforma, particularmente en esta coyuntura. Yo sinceramente creo que es una reforma que no se puede aplazar más.

Semana: Las últimas cifras de pobreza ratificaron que la brecha entre el campo y la ciudad no se está cerrando como se quisiera. ¿Qué falta?

J. A. O.: Ese es el tema que ya ha resaltado la Misión Rural en la que trabajamos. Hay que ponernos unas metas muy concretas de reducción de la pobreza en un plazo razonable. Hemos planteado un periodo de 20 años, que creo es un tiempo en el que la meta sí se puede cumplir. La paz va a requerir un gasto adicional sobre todo en las zonas rurales. La Misión Rural está trabajando para saber cuáles son las necesidades del campo y cuánto valen. No creo que se trate de cifras alarmantes. Si al sector rural se le invierte un punto del PIB adicional será muy bien utilizado.

Semana: Con la nueva coyuntura internacional, ¿cree que la Reserva Federal en Estados Unidos se tomará más tiempo para subir los intereses?


J. A. O.: 
Hay mucha discusión al interior de la Reserva Federal, pero la posición que va a prevalecer es de una gran cautela. Por lo tanto en la medida en que los datos sigan siendo ambivalentes como han sido, yo creo que la FED se va a tomar más tiempo en comenzar a aumentar las tasas.































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